Ushuaia 26 de noviembre 2022.- Joel Royero es fotógrafo de naturaleza y utiliza su cámara para desarrollar su pasión: mostrar lo develar que esconde la naturaleza. “La Patagonia tiene un problema conmigo: no me deja ir”, dice entre risas Joel. Incluso mientras cuenta que el pasado invierno viajó por Egipto y Europa, asegura que “si tengo que elegir un lugar para quedarme, es acá”.
Instalado en Tierra del Fuego desde hace siete años, Joel inició su camino en la fotografía con un viaje que hizo apenas terminada la secundaria. “Me recibí de técnico electromecánico: a los dos días de terminar la escuela, armé la mochila y me fui. En ese momento sentí que tener una cámara era fundamental para recorrer lugares desconocidos. Funcionó como un hobby hasta que me quedé sin plata, entonces empecé a ofrecer cursos de fotografía nocturna”.
La cámara se convirtió en su inseparable compañera y hoy Joel se dedica a retratar profesionalmente la naturaleza, aunque también sigue siendo un hobby: “Siento que es (la fotografía) un objetivo para la búsqueda; lo que me motiva de ir a lugares nuevos es la cámara, aunque muchas veces me pasan las cosas más increíbles cuando no la llevo”, como la vez que estuvo cara a cara con un cóndor, pero no tenía con qué registrarlo. “mi idea no es plantar bandera, sino ver qué hay más allá y mostrárselo al mundo. No todo es Instagram o televisión, hay que salir a la naturaleza a descubrir”, expresa Reyero.
“Desde que me compré mi primer cámara, me dediqué a sacar fotos de naturaleza. Eso me fue llevando a lugares que nunca imaginé que podía conocer y me fue vinculando con distintas personas como guías, investigadores, científicos sin los que no podría haber llegado hasta ahí.
“Cuando pasás quince días en una expedición científica, conviviendo en un barco las 24 hs, terminás aprendiendo mucho de biología”, cuenta Joel, quien, siempre dispuesto a adquirir nuevos conocimientos, fue ganando experiencia en el campo, y ha sido llamado a participar en distintas expediciones: en 2021 hizo su primer viaje a Península Mitre, y este año regresó junto con un grupo de biólogos (Cristian Lagger, Julieta Kaminsky, entre otros), para hacer un estudio sobre macroalgas. “Buceamos en Puerto Español, Buen Suceso, en Valentín y Mauricio; el hecho de haber metido la cabeza ahí abajo, sabiendo que son muy pocas las personas que han tenido la oportunidad de hacerlo, fue increíble”.
Península Mitre tiene un especial interés para Joel: “desde 2018 comencé a interiorizarme con el proyecto de ley que lleva esperando más de 30 años para convertirse en un área protegida. Trabajo, además, con varias fundaciones para crear conciencia sobre estos lugares que pocas personas conocen: porque cuando descubren que hay turbales enormes o bosques de macroalgas increíbles, se alimentan las ganas de conocer y toman noción de que ese lugar no se encuentra protegido. Está bueno que la sociedad pueda empujar a quienes toman las decisiones, para que finalmente salga la ley”. En referencia al proyecto que próximamente va a ser tratado en una Sesión especial de la Legislatura para proteger Península Mitre, sus aguas y las de Isla de los Estados.
Este año, Joel Reyero estuvo buceando en septiembre en el Faro San Diego —“donde termina Península Mitre”— y, al volver, se embarcó en un viaje hacia los fiordos chilenos. Apenas regresó, salió, junto al biólogo Alejandro Valenzuela, a Isla de los Estados, a la búsqueda del huillín: “pudimos generar un contenido que no teníamos anteriormente, ya que compartimos durante más de dos horas con un huillín mientras hacía su vida cotidiana”.
Buena parte de la magia de estas zonas prístinas -que tanto atraen a Joel- radica, precisamente, en que son lugares poco explorados: “El Canal ( Beagle) tiene eso que cada vez que vas a bucear, podés encontrar alguna especie nueva o descubrir cosas que no estaban registradas antes en estas aguas”, concluye Joel. “Todas estas expediciones fueron sumando a mi carrera, haciéndome crecer como fotógrafo, como buzo, como piloto de dron y como persona. Porque, para mí, la universidad no es un edificio, sino la propia naturaleza, y la gente con la que me vinculo”.
Agencia Ambiental