notaUshuaia 26 de Noviembre 2016.- Las crisis sociales y económicas que nos afectan a tod@s hacen muchas veces que los problemas relacionados con el desarrollo cultural no se expresen en la esfera pública o se planteen como secundarios, que los recursos destinados a ese fin se consideren como gastos superfluos y que las pocas opiniones que se expresen respecto de las decisiones se consideren innecesarias, no contingentes.

Nada más funcional al aislamiento y a la generación de un discurso monocorde, que silencia las diversas voces y miradas que construyen una sociedad y la identifican en las diferencias de origen, razones, pensamiento y expresión.
Dicho esto, queremos llamar la atención respecto del valor del
desarrollo cultural como generador de autonomía, libertades y poderes colectivos.

La cultura no es la decoración de otros objetivos sino que está en el centro de los procesos sociales de redistribución de los recursos económicos y simbólicos que posee una comunidad.
En tal sentido, un desarrollo cultural sólido, democrático, justo e
igualitario permite comprender las heterogeneidades constitutivas de nuestras comunidades.

El despliegue de todas las formas de producción cultural de una
sociedad heterogénea distribuye el poder de un modo más equitativo.
Las acciones o inacciones del gobierno provincial en el último año
tienen como responsable al Secretario Hugo Santos, y dan cuenta del camino elegido en la política cultural.

De los alrededor de 170 talleristas cuyas horas fueron dadas de
baja hacia el 30 de diciembre de 2015, fueron reincorporados
paulatinamente menos de la mitad y con la misma modalidad de horas cátedras provenientes del Ministerio de Educación. Modalidad a través de la cual en nuestra gestión se multiplicaron los talleres, y que fue utilizada como fundamento para cerrarlos, aplicando un criterio de productividad y no de diversidad de expresión planteada por las organizaciones sociales.

Es importante también poner en consideración el rol social de los
talleres, la implicancia de estos en los barrios y el impacto en sus
asistentes, ya que estas actividades no solo promueven la industria cultural local, sino que, además, cumplen variadas funciones, entre ellas, la de contención social y estimulación del desarrollo de hábitos culturales.
Sin embargo, las decisiones fueron otras. Homogeneidad y masividad. Negación de la participación

¿Qué pasará el próximo 15 de diciembre al finalizar el ciclo lectivo?:
¿se ampliarán los talleres?, ¿en cantidad y diversidad? ¿Se sostendrán los vigentes? ¿Volverán a evaluarlos con un criterio económico? Nada hace pensar que se vaya a implementar otro criterio.

Por otro lado, por primera vez en doce años, en 2016 no se llevó a cabo la XII edición del Festival de Música Clásica, iniciado por el entonces intendente Garramuño, continuado por las gestiones municipal y provincial siguientes, ampliando a lo largo de los años su alcance a toda la provincia a las instituciones públicas, a las escuelas de arte. Una actividad cultural que se había arraigado en la comunidad, que generaba recursos desde lo económico, lo turístico y lo cultural. Ni una palabra. Ni una explicación.

Un ultimo tema: la falta de espacios para el desarrollo de las actividades culturales barriales y las masivas, en Ushuaia y Tolhuin, en particular y la puesta en valor de la casa de la provincia en San Telmo fueron problemas abordados y canalizados a través de la construcción de una propuesta que se nutrió de los distintos actores sociales y políticos de la provincia. El Polo Cultural, ambiental, científico y tecnológico de Tierra del Fuego se trabajó, se proyectó, se le buscó financiamiento a través del FFIR y del Fideicomiso Austral.

Están hechos los proyectos ejecutivos teniendo en cuenta todos los aportes, fue declarado de Interés Provincial y Municipal, tiene
asignados por decreto los predios en los cuales construirse, sin
embargo, en un año de gestión no han vuelto a hablar del mismo.
No es un proyecto de un gobierno. Fue un desarrollo comunitario, en el que participaron el municipio, la universidad, el CADIC, los
talleristas, las organizaciones de la sociedad civil.

Destruir lo construido puede hacerse en un instante, pero esa decisión impide posibilidades y anula potencialidades a una sociedad que merece un Estado que comprenda a la Cultura como una condición para su desarrollo, como un elemento necesario que sacuda la naturalización de las desigualdades.

Las acciones e inacciones del Estado producen efectos culturales.
Iguala o excluye. Es una decisión.