Por: Belisario Sangiorgio

El lugar donde las mueres eran obligadas a prostituirse
El lugar donde las mueres eran obligadas a prostituirse
A Victor Morales lo apodaban «Jefe». Fue acusado de explotar sexualmente al menos a 18 mujeres en un prostíbulo de Ushuaia, Tierra del Fuego. El lugar, llamado Black & White, lo manejaba con sus dos hijos, una ex esposa y su actual novia.
«Contamos con 25 hermosas chicas dispuestas a darles compañía, distracción y placer durante toda la noche. Ellas fueron seleccionadas de nuestra República Argentina y de países latinoamericanos». Esa era la presentación en el sitio web del antro que regenteaban. Durante septiembre serán juzgados, y podrían enfrentar condenas de prisión efectiva por violar la ley 26.364.
Un informe de la División de Narcocriminalidad de la policía provincial detalla que entre 12 y 20 mujeres trabajaban allí. En los documentos de la investigación judicial, a los que tuvo acceso a Infobae, el testimonio de C.V, una de las víctimas, es sorprendente: «El local era visitado por policías, funcionarios de alto rango, gendarmes y personal municipal. Todos saben cómo funciona y siguen concurriendo».
Entre 2009 y 2012, Morales publicó más de 100 avisos de falsos trabajos en diarios porteños. El «Jefe» pagaba los pasajes de las mujeres en efectivo, a través de una agencia de viajes. Iban desde Santiago del Estero, desde Córdoba y desde Buenos Aires, entre otras provincias. Los casos de cada una son distintos. Como los discursos de Morales. Según el grado de ingenuidad de la persona que necesitaba el empleo, el hombre acusado revelaba más o menos datos.
Algunas chicas defienden al proxeneta, hay quienes se presentaron espontáneamente para declarar a su favor, y otras mujeres que denuncian directamente haber sido engañadas. Pero hay un dato que sobresale: muchas de ellas ya estaban inmersas en el circuito de la trata y la explotación. En Ushuaia, encontraban un lugar donde las condiciones geográficas y el aislamiento terminaban de someterlas y alejarlas definitivamente de sus familias.
Escuchas: Morales dialoga con una víctima
Vivían en una casa que el hombre denunciado alquilaba. Según los investigadores, la principal consejera de Morales en el negocio era Daniela Alejandra Morales Ledezma, su hija de 32 años. Ella se encargaba de la logística, de controlar el dinero y de supervisar a las mujeres.
Daniela Alejandra se sentaba siempre en la misma barra, donde se preparaban los tragos y donde aparecieron casi todos los documentos de las víctimas rescatadas. Algunos DNI, además, estaban en el domicilio particular del acusado. El hijo de Morales, de 25 años, también trabajaba allí y es señalado como uno de los principales cómplices.
Cristina Patricia Ramírez, novia del «Jefe», cumplía un rol más importante. Se encargaba de comprar los pasajes aéreos, de supervisar la casa donde las mujeres se quedaban y de coordinar el funcionamiento de Black & White. Sin embargo, el rol más destacado de la organización quedó reservado para la ex esposa de Morales, María Cristina Ledesma, que administraba las ganancias y tenía a su nombre los bienes que adquirían, «en su mayoría autos», según la investigación.
En dos años, la municipalidad de Ushuaia expidió 70 libretas sanitarias para el prostíbulo. «No existen dudas de que Morales y los restantes coimputados, explotaban sexualmente a mujeres abusándose de la situación de vulnerabilidad. La realidad nos indica que el número real de posibles víctimas es muy superior. En las copias de tales solicitudes de libretas sanitarias, podemos ver que en su mayoría son mujeres migrantes que viven en los domicilios que evidentemente les proporcionó Morales», asegura la Fiscalía Federal de Ushuaia.
Entre los documentos que secuestró Gendarmería Nacional, cuando allanó el lugar en 2012 y rescató a 15 mujeres, hay siete discos de las cámaras de seguridad. La grabación de una mujer recién llegada al lugar pone en evidencia la metodología de Morales: «Yo soy acróbata, cuando garpe lo que debo y junte unos pesos me voy», dice la joven mientras habla con un cliente.
Sin embargo, la posibilidad de saldar la deuda es un objetivo que las mujeres secuestradas por proxenetas nunca llegan a cumplir. Por los testimonios, y por los carteles que había tanto en el prostíbulo como en la vivienda, se sabe que las chicas eran multadas sistemáticamente si no limpiaban la casa, si ensuciaban el local, si llegaban tarde, si se atrasaban con el alquiler. Además, les cobraban el costo de su traslado hasta la Patagonia.
Otra prueba clave es que no tenían dinero en su poder cuando fueron rescatadas y, sin embargo, muchas señalaron que habían ganado miles de pesos y que esos billetes estaban bajo custodia de la familia Morales «por seguridad». En el momento del allanamiento, ninguna llevaba más de $15 encima.
Cuando declararon, los miembros del clan negaron todo. Y aportaron un dato: cada mujer generaba $900 pesos diarios de ganancias.
 
Victor Morales
El relato de las víctimas
 
Una de las chicas, cuyas iniciales son K.R, indicó que fue contratada para hacer un show como malabarista y acróbata. Estaba desesperada porque había dejado su hogar y no tenía dinero. Se encontró con Morales en un bar de Barrio Norte, en Capital Federal, y el hombre le prometió un gran salario. Tres días después, le envió los pasajes. «Cuando llegué a Ushuaia me enteré por una compañera cuál era el trabajo que, en realidad, tenía que hacer. No tenía idea de qué se trataba», explicó.
 
Otra de las mujeres explotadas, llamada N.G, llegó desde Chaco. Padecía una enfermedad mental, y su arribo al prostíbulo fue el detonante de los allanamientos. En las intervenciones telefónicas, los agentes federales se percataron de que su condición psicofísica no era normal y decidieron intervenir.
A C.V, una amiga la contactó con Morales y le prometieron $20.000 por mes. Tenía deudas con el banco, le mintió a su marido, y viajó a Tierra del Fuego sin hacer preguntas. La buscaron en el aeropuerto y la llevaron al prostíbulo. «Dijo que su amiga le había contado que aquí se ganaba plata rápida haciendo copas y pases, pero cuando llegó se dio cuenta que no era lo que esperaba. El lugar no era lindo, y el nivel de vida era distinto del que tenía en Córdoba«, explican los investigadores judiciales.
Distinto fue el caso de K.B.S, que sabía sobre el trabajo en un «cabaret», pero desconocía que debía prostituirse. Pensó que, simplemente, debía hablar o bailar. «Victor le dijo que en su local sólo se trabajaba como acompañante, para tomar tragos, y que lo que ella hiciera afuera» corría por su cuenta, explica la fiscalía, sobre el relato de la mujer. Pero la oferta era falsa. No sólo la explotaron sexualmente, sino que el clan se beneficiaba económicamente de su cuerpo.
E.M.M, otra de las chicas, defendió al proxeneta espontáneamente. Sin embargo, su aparición guarda un dato clave. Asegura que su hermana la contactó con Morales por medio de alguien que estaba relacionado al prostíbulo «Madaho’s», de Recoleta, que también fue denunciado por trata.
El caso de M.E.C y N.M.W también es sorprendente. Ambas ejercían la prostitución en Rosario, Ramos las conoció y les prometió una fortuna. «Fuimos ingenuas«, dijeron. Al llegar a Tierra del Fuego, les quitaron los documentos y las quisieron encerrar. En cuanto pudieron, escaparon.
Lo mismo hizo G.G.M, que fue encontrada por un agente policial cuando lloraba en el aeropuerto de Ushuaia: «Percibí que algo podía pasarme, en el cabaret había una cámara y nos vigilaban. Tiré la cadena mientras hablaba por teléfono para que nadie escuche, y le pedí un auto a la agencia. El taxi me llevó al aeropuerto. Yo tenía un dinero que me mandó una señora a quien contacté por intermedio de una chica. Llegué al aeropuerto, estaba muy nerviosa y tenía miedo de que me fueran a buscar«, declaró.
Fuente: Infobae