Ushuaia 09 de agosto 2023.- En todo el mundo, la gente valora la naturaleza de formas diferentes y profundas que van más allá del uso económico de los recursos naturales. Sin embargo, esas formas diversas en las que las personas valoran la naturaleza no se reflejan adecuadamente en la toma de decisiones políticas y económicas. Según un nuevo estudio publicado en Nature, esa subvaloración de la naturaleza es la base de la crisis ambiental a la que nos enfrentamos. La «crisis de valores» muestra el continuo predominio de un conjunto limitado de valores que se ha demostrado que son inadecuados para resolver la doble crisis de biodiversidad y del cambio climático. Asimismo, el estudio identifica cuatro «enfoques centrados en valores» que pueden fomentar las condiciones necesarias para un cambio transformador hacia un futuro más justo y sostenible: reconocer la diversidad de valores respecto a la naturaleza, incorporar esos valores diversos a la toma decisiones en todos los sectores, reformar las políticas y marcos institucionales, y cambiar las normas sociales para respaldar los valores alineados con la sostenibilidad.

En la actualidad, los valores de la naturaleza basados en el mercado (por ejemplo, los asociados con los alimentos producidos de forma intensiva) tienden a prevalecer sobre otros valores, como los asociados a numerosas contribuciones de la naturaleza para la gente (por ejemplo, la adaptación al cambio climático o sustentar las identidades culturales), las cuales son igual de esenciales para conseguir sociedades justas y sostenibles. Al mismo tiempo, las políticas de conservación de la biodiversidad (como la expansión de las redes de áreas protegidas) a menudo también han dado prioridad a conjuntos limitados de valores de la naturaleza, frecuentemente marginalizado los de las comunidades locales y de los pueblos indígenas, quienes, en muchos casos, han asegurado la protección de la biodiversidad de sus territorios.

De acuerdo con los autores del estudio, para alcanzar futuros más justos y sostenibles, es fundamental despegarse de la predominancia de los beneficios a corto plazo y del crecimiento económico a toda costa, la cual se ha mantenido en detrimento de incluir los numerosos valores de la naturaleza en las decisiones económicas y políticas. «Es más urgente que nunca entender mejor cómo y por qué los que toman las decisiones privadas y públicas (sub)valoran la naturaleza y, aunque es algo positivo que los acuerdos globales, como el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, exijan procesos inclusivos y participativos para transformar los valores de la naturaleza en acciones, las políticas ambientales y de desarrollo predominantes le siguen dando prioridad a un subconjunto limitado de valores de la naturaleza (basados en el mercado)», afirma el coordinador del estudio Unai Pascual, profesor Ikerbasque del Centro Vasco de Cambio Climático (BC3) y copresidente del Informe sobre Valores de la Naturaleza (más conocido por “Values Assessment” en inglés) de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES).

 

El artículo deriva de la publicación de julio del 2022 del Informe de Valores, aprobado por los 139 estados miembro de IPBES. En él, se resumen y destacan los resultados principales del informe, basados en una revisión de más de 50.000 publicaciones científicas, documentos sobre políticas públicas y diversas fuentes basadas en conocimiento de pueblos indígenas y comunidades locales. Con esa evidencia, los autores del estudio publicado en Nature proponen combinaciones de «enfoques centrados en valores» para, en definitiva, valerse de los cambios necesarios para transformar las estructuras institucionales y decisiones actuales que tienen un impacto negativo en la sostenibilidad y en la justicia social.

En todas las sociedades hay valores profundos y muy arraigados que se relacionan con normas sociales e incluso normas legales (como el cuidado y la justicia), además de justificaciones específicas de por qué a la gente le importa la naturaleza. Aquí resaltan los llamados valores ‘instrumentales’ (por ejemplo, cuando la naturaleza percibida como un activo económico), intrínsecos (por ejemplo, cuando se quiere cuidar la naturaleza desde un punto de vista ético o moral) y relacionales (por ejemplo, los valores que surgen de una relación profunda con la naturaleza, como el sentimiento de pertenencia a un territorio o las identidades colectivas). Todos esos tipos de valores de la naturaleza se pueden medir con una amplia variedad de métodos de valoración que usan diferentes tipos de indicadores o métricas económicos, ecológicos y socioculturales. Así, en el estudio se señala que no hay escasez de métodos de valoración para comprender y considerar la diversidad de los valores de la naturaleza. «La comunidad científica ha desarrollado una amplia gama de métodos de valoración. Lo que escasea es la voluntad o capacidad de los gobiernos y otros actores clave para aplicar esos métodos e incorporarlos en sus sistemas de toma de decisiones de tal forma que se tenga en cuenta la representación, la equidad y las relaciones de poder entre las distintas partes involucradas en los procesos de valoración», dice el Dr. Pascual.

En base a estos hallazgos, los autores del estudio piden equilibrar los valores que cimientan las estructuras sociales (como las instituciones legales), promoviendo valores bien arraigados como el cuidado, la solidaridad, la responsabilidad, la reciprocidad y la justicia, tanto hacia las personas como hacia la naturaleza. El estudio también sostiene que equilibrar la balanza de la toma de decisiones teniendo en cuenta los múltiples valores de la naturaleza es esencial para lograr un cambio transformador real para hacerle frente a la actual crisis de biodiversidad y emergencia climática, la cual está estrechamente ligada con otros problemas como el aumento de la contaminación, la emergencia de pandemias y las injusticias ambientales. Para ello, se necesita redefinir los conceptos de «desarrollo» y «bienestar», y reconocer las múltiples maneras en las que la gente se relaciona entre sí y con el mundo natural.

Un aspecto especialmente oportuno del artículo publicado en Nature es el apoyo que ofrece a los esfuerzos globales recientes (como los que se indican en el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica) para crear enfoques respetuosos y participativos en las tomas de decisiones ambientales y de desarrollo. En este contexto, en el estudio se hace hincapié en que reconocer e incorporar visiones del mundo alternativas, los valores de los pueblos indígenas y las comunidades locales, y las instituciones que apoyan sus derechos y territorios también permite que las políticas sean más inclusivas, lo cual fundamentalmente se traduce en mejores resultados para las personas y para la naturaleza.

Según Dr. Christopher Anderson, coautor del estudio y profesor/investigador de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego y del Centro Austral de Investigaciones del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, «Demostramos en este trabajo es que el ser humano tiene diversas formas de concebir y valorar la naturaleza y no solo prioriza usos egoístas o valores monetarios. Desde América Latina, estamos bien posicionados para no solo reconocer esta diversidad sino incorporarla en acciones. No solo hay consenso a nivel mundial en documentos como el Marco Global de Biodiversidad o los ODS, pero en nuestro continente tenemos el Acuerdo Escazú que nos garantiza acceso en lo referido al ambiental a la información, la participación en decisiones y la justicia. También, en la Argentina vemos la transversalización del ambiente en nuestras políticas públicas, como la Ley de Cambio Climático que generó un Gabinete Federal entre todos los ministerios sobre este tema. Pero para alcanzar estas metas se requiere consolidar una aproximación de gobernanza y toma de decisiones que contempla procesos inclusivos, participativos y equitativos, y así incorporar y expresar los múltiples valores de la naturaleza para lograr un futuro más justo y sostenible».