Buenos Aires 29 de abril 2017.- “De no haber poseído algunos sistemas de armas antiaéreas modernas, particularmente el Ejército, hubiéramos estado totalmente desprotegidos, y los aviones Vulcan, Harrier y hasta los helicópteros artillados británicos habrían atacado con la misma impunidad que lo hicieron los buques enemigos. Más aún, la guerra hubiera finalizado a pocas horas de su iniciación, y no 44 días después, el 14 de junio de 1982”.

En la guerra moderna, el flanco aéreo es tan importante como los flancos terrestres. En Malvinas, a fines de abril de 1982, se encontraba en condiciones de operar un Sistema Conjunto de Defensa Antiaérea, compuesto por armas y radares, coordinado por el Centro de Información y Control (CIC) emplazado en Puerto Argentino, que controló y dirigió la mayoría de las incursiones de nuestros medios aéreos, proporcionó ayudas de aeronavegación y posibilitó operaciones de búsqueda y salvamento.

Por la Fuerza Aérea, el mayor Hugo Alberto Maiorano desplegó sus medios antiaéreos en la zona del aeropuerto y en el improvisado aeródromo de Darwin. La Armada, a órdenes del capitán de corbeta Rubén Héctor Silva, cubrió el área del puerto.

El armamento antiaéreo de ambas fuerzas era precario, pero inestimable la experiencia y profesionalidad de los jefes citados. El Ejército, a órdenes del teniente coronel Héctor L. Arias, ubicó sus modernos medios antiaéreos en una amplia zona que se extendía desde Moody Brook (4 km al oeste de la ciudad) hasta el aeropuerto, distante 8 km al este de aquella; además emplazó un sistema Oerlikon-Contraves (2 cañones de 35mm y un radar de tiro) en Darwin.

El sistema fue complementado por armas antiaéreas de menor perfomance. El dispositivo indicado proporcionó una eficaz «sombrilla protectora« a las instalaciones logísticas, al aeropuerto, a los puestos de comando y comunicaciones, a la artillería de campaña y a las unidades de infantería emplazadas en el perímetro defensivo inmediato de Puerto Argentino.

 

Lamentablemente, la distancia existente entre las islas y el continente, y el no alargamiento de la pista del aeropuerto, hicieron imposible emplear la caza interceptora (principalmente aviones Mirage y Skyhawk), desde las islas, que, en una situación distinta, podría haber cubierto las medias y largas distancias para atacar la aviación enemiga. Esta, según fuentes británicas, poseía los siguientes medios: 28 cazabombarderos Sea Harrier (de la Armada), 10 Harrier GR-3 (de la RAF), 6 bombarderos Vulcan, 4 transportes Hércules C-130, 16 transportes de reabastecimiento aéreo y 140 helicópteros de diverso tipo.

En cuanto a su principal material antiaéreo, los británicos contaban con misiles Sea Dart (80km), Sea Wolf (10km), Sea Cat (6km), Rapier (7,3km) y Blow-Pipe portátil (3,2km). Además, misiles aire-aire AIM-9 Sidewinder, provistos por Estados Unidos.

Por nuestra parte, el principal y más moderno armamento consistía en misiles Roland (6 km) y cañones Oerlikon-Contraves de 35mm (4,5km). Contábamos también con cañones antiaéreos de 20 y 30mm y los legendarios misiles subsónicos Tiger-Cat (4,5 km). En síntesis, el enemigo nos superaba en cantidad de aeronaves, y en alcance y cantidad del armamento antiaéreo.

Fuente Infobae