Ushuaia 26 de octubre 2021.- Nuestra Ciudad se emplaza en condiciones naturales para desarrollar la industria y el comercio del turismo, como pocas en el País; posee una Carta Orgánica que establece condiciones para que sus habitantes elijan cuáles son las prioridades de uso del dinero público, a través del Presupuesto Participativo; además, dicha carta magna, determina mecanismos para que la ciudadanía pueda controlar los ingresos de cada centavo a las arcas municipales y en qué se emplea lo recaudado, a través de un Registro Informático de Ingreso y Egresos; fija el Referéndum Popular, el Juicio Político y la Revocatoria de Mandatos.

Sin embargo, en Ushuaia, ningún ciudadano o ciudadana, ni el propio Concejo Deliberante, puede conocer cómo y en qué se emplea el dinero público. Y a la ciudadanía, sólo se le permite participar una vez cada cuatro años en procesos electorales.

 

En paralelo, nos encontramos con veredas que, dónde las hay, con excepción de unas pocas cuadras, son intransitables para personas con discapacidad, adultos mayores, o para quienes llevan bebés en un carrito; desalentando la diversidad del turismo e imposibilitando la accesibilidad para el buen vivir de su comunidad.

La falta de arboleda urbana, sumado al poco asfalto, hacen de Ushuaia una ciudad gris, sin cortina de viento y con permanente polvo en suspensión. Elementos que brindan una postal poco confortable para el desarrollo de la industria y el comercio turístico, como para el vivir digno de sus habitantes.

La ausencia de políticas públicas en cestos de basura, unido al deficiente abordaje de la emergencia sanitaria por manadas de perros sueltos, generan un combo hostil para el turismo que recorre la Ciudad y para nuestras vecinas y vecinos: basura desparramada por perros que rompen las bolsas en busca de comida, mordeduras y accidentes provocados por canes en la vía pública, heces que provocan enfermedades de transmisión parasitaria, son una postal diaria de Ushuaia.

La basura desparramada combinada con un viento que no encuentra arboleda que lo contenga, termina decorando las costas del Canal Beagle y contaminado el único recurso turístico de la Ciudad: la bellísima naturaleza que la emplaza.

 

Suponiendo que el turismo no se topa con las consecuencias de años de barrios enteros sin red de servicios (en algunos casos con cloacas a cielo abierto que contaminan napas y dejan a la comunidad expuesta a diversas enfermedades); con escasez de cartelería que indique el nombre de las calles; con falta de reductores de velocidad y de semáforos; con separaciones de arterias de doble mano que no permite a peatones pararse a salvo para cruzar de una vereda a otra; con escaleras públicas abandonadas sin mantenimiento e iluminación; con plazas que se inauguran y rápidamente son descuidadas; y con obras de asfalto que en meses se parten; para quienes viven sorteando estos obstáculos a diario y sin promoción económica del Estado Municipal, se hace complejo pensar en invertir en el desarrollo urbano del comercio turístico, optimizando lo invaluable de la naturaleza que nos rodea.

Una vez más nuestra Ciudad, a merced de la voluntad de Buenos Aires, ha sido agraciada con 15 años de margen para planificar y desarrollar una industria que se valga de lo que tenemos, que no dependa de la buena voluntad de gobiernos que residen a más de 3.000 km. y que, con sus medios de comunicación, opinan sobre cómo vivimos.

Quizás nuestros gobiernos municipales, deberían dejar de pastorear en campos que no cultivan, establecer una reforma tributaria que beneficie a la industria y el comercio del turismo, achique los recursos destinados a sostener la engordada clase política y aproveche lo que tenemos: un entorno natural como ninguna ciudad de la Argentina.

Esperemos que el próximo gobierno municipal, esté dispuesto a hacerlo.

Javier Branca concejal Partido Verde