Ushuaia 14 de diciembre 2023.- Un conocido es peón de remis. Hemos disentido amablemente en cuestiones políticas, por su esperanza en Milei, que yo no comparto. Hoy el dueño del auto y la licencia le dijo que no fuera más a trabajar, porque en adelante él mismo manejaría su auto. En resumen, se quedó sin trabajo. Como no podía ser de otro modo, ese dueño de licencia es activo militante contra las aplicaciones de transporte.

Ser peón de remis o taxi, en la Argentina, es frecuentemente menos que ser esclavo. Un esclavo, por lo menos, tiene la seguridad de manyar, en tanto sirva para hacerle ganar guita a su dueño. Un peón en negro, en cambio, es nadie para muchos licenciatarios de determinados permisos y exclusividades otorgados por el propio Estado. ¿Cuánta gente habrá en similares condiciones en nuestro país? ¿Cuántos habrá que no quieren que los funcionarios se entrometan más en sus problemas, sino que los dejen a ellos mismos ocuparse de sus propios males?

Es notable que haya quienes se preguntan por qué ganó Milei. Cuando ganó por los millones de personas a las que ni siquiera se les ha otorgado derecho a la esclavitud.

Y es así, aunque le pese al mundillo académico-científico-artístico-político-gremial, y los etcéteras y etcéteras de los muchos mundillos y corporaciones que claman –clamamos, más bien– al cielo por la humanidad y el progreso, pero que a la par de vivir mayoritariamente del Estado o a la vera de sus regulaciones, le sacamos el culo a la jeringa cuando se trata de las cosas concretas de los hombres y mujeres de carne y hueso. Los que hoy no tienen para vivir o viven malamente.

Bondadosos rentados, de idealismo que nos conduce a vociferar por soluciones materiales que solo existen en la imaginación o nuestras teorías, que no logramos esbozar siquiera en mínimas realidades, y que siempre terminan en dádivas a gestionar o alabar por gente rentada y a salvo. Resistentes a todo ajuste que nos toque a nosotros, pero no tanto del que tiene que hacer el zapatero de la otra cuadra o la almacenera de acá a la vuelta.

¿Constituyen, estas palabras, una adhesión a la ideología explícita que ganó en las elecciones? Detalle irrelevante. Probablemente sí lo sea para una clase conformada por esclarecidos, que ya anuncian que pasarán mañana a la «resistencia». Y que desde poltronas intelectuales y barricadas principistas sabrán, como siempre, qué es lo que deben pensar y hacer los demás, y por ende a quién deben votar esos otros, cuando de ficciones democráticas se trata. Es decir, a quiénes deben apoyar con su voto y su militancia, aquellos que ni siquiera han accedido al derecho a ser esclavos.

Suponer que Milei es causa y no consecuencia de males, tiene el mismo valor de verdad que afirmar que es el Sol el que da vueltas alrededor de la Tierra. Por más esclarecidos que sean quienes elevan sus actuales indignaciones al cielo. Gente que hoy se frota las manos esperando un nuevo fracaso argentino, para que los costos los paguen siempre los mismos.

Ojalá que esos mismos, es decir los que la pagan siempre, dejen de poseer, como único valor de personas, el que les otorga el DNI y un voto obligatorio para elegir a sus propios verdugos. Después de todo, el hambre no es de derechas ni de izquierdas. Es solo hambre.

Más respeto con esa gente. Que desear además que a un nuevo gobierno le vaya mal como argumento para tener razón, no es de impiadosos ni narcisistas ni ideólogos. Tampoco de teólogos de la miseria. Es de miserables.

(*) Por Sergio Osiroff