Ushuaia 02 de diciembre 2019.- La Unión Cívica Radical fue la promotora de la Reforma Universitaria en la Argentina. Desde 1919 nuestro partido impulsó la autonomía de la universidad pública que es reconocida por Ley y tiene rango constitucional. La Universidad debe ser así: autónoma, independiente de los poderes políticos y autárquica en términos financieros. Sus actos, así como la elección de sus autoridades y representantes son y deben ser un asunto propio. En tal sentido sus decisiones son soberanas lo que no significa, en modo alguno, que puedan ser erradas y discutibles.
Las decisiones de las universidades tienen un alto impacto en la sociedad. Que sus autoridades gocen de autonomía no debería legitimar acciones que provocan malestar a buena parte de la comunidad sobre todo si nada tienen que ver con cuestiones de naturaleza académica.
La decisión de designar al aula magna de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego con el nombre de Santiago Maldonado nos parece inapropiada y cargada de un sesgo político que no compartimos por varias razones. La primera de ellas es que el joven tristemente fallecido ni siquiera fue estudiante universitario, la segunda es que el mensaje que se proyecta a la sociedad es el de la promoción de un modelo de vida contrario al respeto a la ley y a las instituciones democráticas. Maldonado no fue un héroe republicano, ni un académico brillante ni un desaparecido en democracia; fue un idealista caído en desgracia al que determinados sectores políticos siguen utilizando para sus propios fines y continuar así dividiendo a los argentinos.
Sobran eminencias académicas, legisladores que hicieron posible la sanción que creó la universidad y estudiantes fueguinos desaparecidos durante la última dictadura militar en cuyo honor bien podría haberse designado al aula magna. Tras esta designación subyace un debate de fondo que siempre tendrá a la Unión Cívica Radical del lado de la promoción de valores ligados al crecimiento científico, académico y democrático de las universidades. La degradación institucional en la que hemos caído ha llevado a algunos a equiparar a Maldonado con César Milstein, Federico Leloir o René Favaloro. Con el debido respeto que nos merece Santiago como persona humana, nos parece que el nombre del aula debería ser cambiado de inmediato.